martedì 14 luglio 2009

Crepuscular


Cuando volví al amanecer, luego de haber caminado casi por toda la ciudad, el reloj que marcaba cada segundo de mi desesperación se había detenido. Permanecí en absoluto silencio durante casi todo aquel día; sin imaginar qué sería de mi vida sin un reloj.

Y hoy, luego de setenta y seis años, aún resuenan las últimas voces que escuché aquella vez cuando llamaron a la puerta: “Cuídate mucho que pronto volveremos por ti”.