giovedì 3 novembre 2011

La segunda venida de Iron Maiden

"Run, live to fly, fly to live; do or die."
Aces high, Iron Maiden


Luego de su primera presentación en nuestro país, en el estadio Nacional, la realidad nuevamente se tornaba en un sueño; dos años después de aquel imborrable 26 de marzo de 2009, Iron Maiden volvería al Perú, para deleitarnos con canciones como The number of the Beast, Hallowed be thy name, The Trooper, 2 minutes to midnight, The Evil that men do, From here to eternity y, desde luego, también con las canciones de su decimoquinto álbum titulado The final frontier.
El 5 de marzo de 2010, a través de la página web de la banda de Heavy Metal, se anunciaba una nueva gira mundial; y cinco meses después, el 16 de agosto, se hacía el lanzamiento mundial de The final frontier; pero, la gira mundial para promocionar dicho álbum ya había iniciado el 9 de junio en Dallas, Texas.
En The final frontier world tour 2010-2011, milagrosamente aparecía el nombre de nuestro país. "La promesa de la banda, de volver al Perú, se cumplirá el 23 de marzo", decía mi hermano Jesus.
Durante el verano, mientras asistíamos a clases en la universidad, nuestro entusiasmo continuaba intacto desde aquel 5 de marzo de 2010. No se podía esperar más. "Run, live to fly, fly to live; do or die", era la voz de Bruce Dickinson desde el estéreo.
Así que, luego de oír: "Corre, vive para volar, vuela para vivir; hazlo o muere", decidimos ir al banco. A las 3:52 de la tarde, ya habíamos depositado el dinero en nuestra cuenta; ese mismo día, a las 7:29 de la noche, nuestro sueño empezaba a juntarse con la realidad; teníamos en nuestras manos las entradas para el concierto de Iron Maiden, mientras escuchábamos el sonido del pin pad imprimiendo el comprobante de pago.
Ese día al volver a casa, guardamos celosamente nuestras entradas de color celeste, luego de haberlas contemplado durante un buen tiempo. A partir de ese día nuestro entusiasmo se incrementaba con el pasar de los días. En cuanto a la universidad, el semestre estaba programado para concluirse en la primera semana de febrero; y así fue. A partir del 10 de febrero, el tiempo pretendía con su paso lento extender la fecha del concierto.
El 18 de marzo, a seis días del gran concierto, a las 12:53 del medio día, compramos los boletos. Nuestro viaje, como estaba programado, fue el 21 de marzo; y a las 6:35 de la tarde el bus salía del Terrapuerto, con cinco minutos de retraso.
El itinerario había durado, como siempre, 16 horas. A las 10:15 de la mañana, salimos con nuestras mochilas del terminal de Javier Prado, rumbo a Breña, distrito cercano al estadio San Marcos, para buscar hospedaje.
Permanecimos en reposo durante el resto del día. "Ir a un concierto de Heavy Metal, implica estar lleno de energía", decía mi hermano; por lo tanto, después del almuerzo, volvimos a nuestra habitación. Al encender el televisor, en un canal de cable se anunciaba la entrevista a Adrian Smith.
Al día siguiente, a las siete de la mañana del tan anhelado día, después de haber desayunado; llevando puesto nuestros polos y provistos con una camarita, tomamos una combi desde la cuadra 17 de la avenida Venezuela hasta la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Desde la combi se visualizaba una cola que empezaba a crecer rápidamente; así que, al bajar, tuvimos que correr. A partir de ese momento, las horas eran interminables. Se comentaba que el ingreso al estadio sería alrededor de las cinco de la tarde.
La gran mayoría de las personas miraban extrañados desde los vehículos; pues, todos vestíamos con polos negros en los que se veía a Eddie, desde su aparición en el primer álbum, Iron Maiden, hasta el decimoquinto álbum, The final frontier.
El transcurso del día estuvo acompañado de proveedores; incluso, de los típicos vendedores de cola. No era necesario moverse; sándwiches, caramelos y bebidas heladas estaban a la orden de cada headbanger.
Empezaba a atardecer, y el momento más esperado se aproximaba conforme la cola iba avanzando. Pues, después de una exhaustiva revisión, nos encontrábamos en el interior de la universidad. A las 5 de la tarde, luego del día más extenso de mi vida, pisamos el césped del estadio San Marcos.
Luego de que tocara la banda telonera Contracorriente, el entusiasmo se acrecentaba rápidamente. "¡Iron Maiden, Iron Maiden, Iron Maiden…!", la ovación aumentaba, mientras, por fin, se quitaba el telón.
A las 8:57 de la noche, en medio de la aclamación de 25 mil metaleros, se empezaba a oír el intro de Satellite 15… The final frontier, la primera canción que daba inicio al gran concierto. "¡Olé, olé, olé, olé, Maiden, Maiden, olé, olé, olé, olé Maiden, Maiden!", aclamábamos, mientras duraba el intro.
En casa soñábamos con ir al concierto; y ésta era nuestra única oportunidad, una única oportunidad en la que podríamos soltar nuestros demonios y corear las canciones de una de nuestras legendarias bandas de Heavy Metal que tanto idolatramos desde niños.
Iron Maiden era la zona más exclusiva; la habíamos elegido, porque, anhelábamos ver de cerca a Steve, Bruce, Dave, Adrian, Nico, Janick y a Eddie, la mascota de la banda. Ese entusiasmo nos había llevado a ahorrar cada centavo. Y ahí estábamos, llenos de júbilo, haciendo headbanging en frente de nuestros ídolos, coreando cada una de sus canciones; y escuchando a Bruce Dickinson decir: "Scream for me, Lima!; scream for me, Lima!". El dorado, 2 minutes to midnight, The talisman, Coming home, Dance of death, The Trooper, The wicker man, Blood brothers, When the wind wild blows, The Evil that men do, Fear of the dark, Iron Maiden, The number of the Beast, Hallowed be thy name, y Running free, hicieron despertar a ese demonio que habita en nuestro interior para que gozáramos como cerdos en el fango.
El estadio estaba convertido en un supremo hábitat, donde los metaleros interactuaban con sus demonios utilizando la única lengua, el Heavy Metal.
Antes de que tocaran la última canción, el vocalista de la banda británica se despidió con una promesa, la de volver nuevamente a nuestro país.
Como al final de cada presentación, Nico había lanzado sus baquetas y sus brazaletes; Dave, Janick y Adrian, hicieron lo mismo con sus púas.
A las 10:53 de la noche ya había terminado el concierto; y empezábamos a salir del estadio; al mismo tiempo, la neblina que se había formado sobre nosotros, se disipaba lentamente.